Nueve paradas en una semana. El secretario de Estado, Antony Blinken, llegaba este viernes a Estambul en la primera etapa de su nueva y maratoniana gira por Oriente Próximo. Es la cuarta en tres meses y la más complicada hasta el momento. Además de los objetivos de visitas previas —presionar a Israel para que modere sus tácticas en Gaza y perfilar el futuro de la Franja tras la guerra—, en esta busca especialmente evitar que las crecientes tensiones en la región degeneren en un conflicto de mucho mayor calado y consecuencias impredecibles, justo cuando la campaña electoral de EE UU está a punto de comenzar.
Evitar la expansión de la crisis más allá de Gaza había sido el gran objetivo de Estados Unidos desde el comienzo del conflicto tras los atentados de Hamás el 7 de octubre y el comienzo de la ofensiva israelí en Gaza como respuesta. Durante semanas, Washington reforzó su presencia militar en la región y el riesgo pareció relativamente contenido. Pero ahora los ataques de las milicias hutíes de Yemen en el mar Rojo, el asesinato con un dron del número dos de Hamás, Saleh al Aruri, en Beirut y el hostigamiento contra posiciones de EE UU en Irak y Siria son chispas que amenazan con desatar un incendio incontenible en la región, que arrastraría inevitablemente a un Washington en pleno fragor electoral. Es una perspectiva nefasta para Joe Biden justo cuando se juega la reelección en los comicios del próximo noviembre. El presidente que comenzó su primer mandato anunciando la retirada de Afganistán lo termina con conflictos abiertos en Ucrania y Oriente Próximo.
“El riesgo es real y las preocupaciones son grandes. Siempre ha sido real y la preocupación siempre ha sido grande. Por eso el ritmo de actividad de esta Administración para rebajar el riesgo de que se amplíe el conflicto ha sido grande desde el comienzo” de la crisis, apuntaba el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, al anunciar el viaje de Blinken.
Enfado de Washington con Israel
La escalada en las tensiones llega también en un momento delicado en las relaciones entre Washington e Israel. Estados Unidos mantiene su apoyo a su aliado, tanto en declaraciones como con el envío de armamento: hace solo una semana la Administración Biden volvió a pasar por encima del Congreso para aprobar 147,5 millones de dólares (135 millones de euros) en munición y equipos para su socio. Pero su irritación con el Gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu es cada vez más visible. Esta semana, el Departamento de Estado condenaba con un lenguaje especialmente exasperado las declaraciones de dos ministros israelíes, Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir, que reclamaban vaciar Gaza de sus residentes palestinos.
Preocupada por el cariz de los acontecimientos, la Casa Blanca ha lanzado una ofensiva diplomática en toda la regla. Al viaje de Blinken le precedía la visita a Israel esta semana del asesor presidencial Amos Hochstein, mientras en Washington el enviado para Oriente Próximo, Brett McGurk, se reunía con el ministro de Exteriores libanés el miércoles.
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“Regreso a la región para participar en diplomacia adicional sobre la situación en Gaza. Seguiré instando a la protección de las vidas de los civiles y trabajaré intensamente con nuestros socios para garantizar la liberación de los rehenes y el envío sostenido de ayuda humanitaria a Gaza”, escribía Blinken en X, la antigua Twitter, inmediatamente antes de emprender viaje a Turquía.
I’m returning to the region to engage in additional diplomacy on the situation in Gaza. I will continue to urge the protection of civilian life and work intensely with partners to secure the release of hostages and ensure sustained delivery of humanitarian aid in Gaza. https://t.co/zylFYbs5uw
— Secretary Antony Blinken (@SecBlinken) January 4, 2024
Su misión va más allá, según apuntaba el Departamento de Estado. “Abordará mecanismos urgentes para atajar la violencia, calmar la retórica y reducir las tensiones regionales, incluido el disuadir los ataques hutíes contra los buques comerciales en el mar Rojo y el evitar una escalada en Líbano”, señalaba al anunciar el viaje.
El responsable de la diplomacia estadounidense visitará, además de Turquía y la isla griega de Creta, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Israel, Cisjordania y Egipto. “No esperamos que cada conversación en esta gira vaya a ser fácil. Obviamente, la región encara asuntos complicados y decisiones difíciles en el camino por delante”, reconocía el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller.
En Israel, Blinken tiene previsto subrayar “la necesidad de hacer más para rebajar las tensiones en Cisjordania”, reclamar “medidas inmediatas para aumentar de modo sustancial la ayuda humanitaria a Gaza” y abordar los planes del Gobierno para la “transición a la próxima fase de operaciones”, según el portavoz.
Serán algunas de las conversaciones más ásperas de la gira. Israel rechaza la solución de dos Estados por la que aboga Estados Unidos y plantea una administración civil palestina en Gaza mientras mantiene el control militar del territorio. Asegura que continuará su ofensiva y reclama a Washington que consiga de Hezbolá el fin de sus lanzamientos de cohetes desde el sur de Líbano al norte de Israel y una retirada al norte del río Litani. Esta semana ha advertido a Hochstein que el tiempo se acaba para esa mediación y amenaza con asestar un duro golpe a la milicia chií respaldada por Irán.
Tiempo para la democracia
Washington percibe que aún hay tiempo para la diplomacia. “Por todo lo que vemos, no hay un deseo claro de Hezbolá de ir a la guerra con Israel, y viceversa”, apuntaba un alto cargo de la Administración esta semana, que habló bajo la condición del anonimato.
Pero al mismo tiempo, Estados Unidos va endureciendo su postura militar. Aunque ha retirado uno de los dos portaaviones que envió a la zona a comienzos del conflicto, el Gerald Ford, mantiene el Eisenhower y un grupo de buques de combate, así como los aviones y soldados adicionales con los que se ha reforzado.
Este jueves mató con un dron al líder de una milicia chií en Bagdad, algo que ha causado la furia del Gobierno iraquí. El primer ministro, Mohamed Shia al Sudan, ha anunciado un comité para programar la salida de las fuerzas de la coalición internacional del país.
En el mar Rojo, Estados Unidos encabeza una coalición de más de una docena de países para proteger a los buques mercantes de los ataques de los hutíes, más de 25 desde que comenzó la crisis. A comienzos de esta semana, la coalición emitía una dura advertencia contra nuevos ataques y prometía que esas milicias también respaldadas por Irán “acarrearán las consecuencias” si se repiten los enfrentamientos. “No esperen una segunda advertencia”, puntualizaba al respecto el citado alto cargo estadounidense.
Pero el jueves esas milicias lanzaban un buque no tripulado y repleto de explosivos en el mar Rojo por primera vez desde el comienzo de la crisis. No alcanzó ningún barco, según indicó el Pentágono, pero sí contribuyó a elevar aún más la temperatura en la región. El gran temor de Washington es que alguno de esos intentos acaben hundiendo algún barco mercante, algo que representaría una grave escalada.
La Casa Blanca asegura que actuará de manera decisiva para proteger los intereses de Estados unidos y sus ciudadanos, pero también que no quiere contribuir a desencadenar una situación en la que pudiera verse arrastrada a un mayor protagonismo en Oriente Próximo.
“Actuaremos de manera muy contundente en lo que concierne a cualquier amenaza contra nuestra gente o nuestros intereses. También vamos a hacerlo de manera muy inteligente, que potencialmente no nos arrastre a lo profundo de una situación que juegue en favor de esos grupos” apoyados por Irán, sostenía el alto cargo.
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