En la mañana del martes 30 de mayo, hora estadounidense, una compañía de chips llamada Nvidia se convertía en la décima de la historia en superar el billón de dólares de valoración en Bolsa. El logro, como en otras historias de éxito de tecnológicas, sorprendía por su velocidad. Los inversores, cazadores de tendencias que olfatean los futuros negocios más rentables, han seguido este año la pista de la inteligencia artificial como ninguna otra. Y ahí, todos los caminos llevan a Nvidia. La expectativa del profundo cambio que promete la IA en la economía, la ha aupado como la compañía del índice S&P 500 que mejor se ha comportado en lo que va de año, con una revalorización de sus acciones superior al 200%.

El ascenso, muy lucrativo para quienes fueron capaces de anticiparlo, la coloca en el grupo de cabeza de las mayores corporaciones del planeta. Ahora ocupa la sexta plaza entre las cotizadas, solo superada por Apple, Microsoft, Saudi Aramco, Alphabet y Amazon, y por encima de la Meta de Mark Zuckerberg o la Berkshire Hathaway de Warren Buffett.

Nvidia seguramente sea la más desconocida de todas ellas para el gran público. La razón estriba en que sus productos estrella viajan en las tripas de los aparatos. La interacción de los clientes es menos visible que con el iPhone de Apple, el buscador de Google, o la interminable web de compras de Amazon. Nadie ve los minúsculos semiconductores de alta tecnología creados por Nvidia para entrenar los sistemas de inteligencia artificial que alimentan luego aplicaciones como ChatGPT. Ni las tarjetas gráficas para videojuegos o los sistemas de computación de alto rendimiento. Tampoco el software con que enseñan a los coches autónomos a circular sin conductor, permitiéndoles procesar grandes volúmenes de datos de sensores y tomar decisiones de conducción en tiempo real.

En un sector tan competitivo como el de los chips, donde hace décadas que se mueven compañías tan punteras como Intel o AMD, ¿qué ha pasado para que Nvidia se destaque del resto de una manera tan pronunciada? Responde por correo electrónico el historiador estadounidense Chris Miller, autor de La guerra de los chips (Ed. Península), una radiografía minuciosa y entretenida de cómo ha evolucionado esta industria. “Nvidia se dio cuenta antes que nadie de que los chips GPU (semiconductores que inicialmente fueron diseñados para el procesamiento de gráficos) también serían muy adecuados para entrenar sistemas de inteligencia artificial. Hace más de 15 años, Nvidia comenzó a construir un ecosistema de software especializado en torno a sus semiconductores GPU para permitir a las empresas capacitarlos de manera eficiente en sistemas de inteligencia artificial. Esto ha sido clave para su capacidad de convertirse en el actor dominante en el entrenamiento de IA en la actualidad”.

Es decir, el origen del éxito de hoy no ha sido un milagro sobrevenido de la noche a la mañana. Empezó a cimentarse hace década y media. La firma, que toma su curioso nombre de la palabra latina Invidia, es un ejemplo de estabilidad en la cúpula. Su fundador, el taiwanés Jen-Hsun Huang, un ingeniero electrónico formado en las universidades de Oregón y Stanford, lleva 30 años como consejero delegado.

Cuando a un cambio tecnológico se le atribuyen tantas posibilidades disruptivas como a la IA, el dinero busca a las empresas líderes. Compra expectativas. Y Nvidia no tiene competencia por ahora, aunque ese exagerado dominio puede verse discutido próximamente, como señala Miller. “Tiene una participación de mercado estimada del 90% en capacitación en inteligencia artificial, pero otras empresas intentarán producir GPU competitivas. AMD e Intel, por ejemplo, están invirtiendo mucho en este mercado. Además, empresas de computación en la nube como Google, Amazon y Microsoft están construyendo sus propios chips especializados para el entrenamiento interno de IA, que también competirán con Nvidia”.

Es la ley del mercado, cuando Nike lanzó sus revolucionarias zapatillas de correr con placa de carbono, el resto de marcas no tardó en hacer sus propias versiones. Ahora es lo mismo, con la diferencia de que el nivel de sofisticación es mayor, por lo que no hay garantías de que sus competidores puedan imitar a Nvidia. “Ha ido desbancando a rivales de un modo que hace años se veía como imposible”, dice Mateo Valero, catedrático de Arquitectura y Tecnología de Computadores de la Universidad Politécnica de Cataluña y director del Barcelona Supercomputing Center. Según Valero, los nuevos coches autónomos llevan uno o dos chips de los más potentes, cada uno de los cuales puede rondar los 30.000 euros. Y exacto: los produce Nvidia.

La dependencia tecnológica de una única empresa es notoria, y su mayor fortaleza. “Las redes neuronales necesitan muchos chips de alta velocidad y los competidores se quedaron atrás. Intel fallo en la carrera hace 8 o 10 años, AMD empezó tarde. La mayoría de aceleradores para supercomputadores son de Nvidia. Y ahora tiene una posición privilegiada tanto en software como en hardware. Si Nvidia dijera: oye que no vendemos a Europa más chips, ni siquiera podríamos ejecutar IA”.

Hay inversores que han deshecho sus posiciones en Nvidia pensando que su cotización ya ha descontado toda esa lluvia de millones por su liderazgo en IA, y lo normal es que pierda cuota de mercado, pero la empresa no se duerme en los laureles, como apunta Gonzalo León, profesor emérito de la Universidad Politécnica de Madrid. “La emergencia de la IA generativa y la necesidad de entrenar modelos de lenguaje de gran tamaño (LLM) ha incrementado brutalmente la demanda, y tenían el chip adecuado para responder, el H100. Ahora han anunciado el H200 para comienzos de 2024 con unas prestaciones que doblan las anteriores y que será un nuevo éxito”.

AMD ya ha respondido al envite con el lanzamiento la semana pasada de un chip, el MI300X, que catalogan como el más avanzado del mercado para inteligencia artificial. Es su apuesta para hacerse con un trozo de un pastel, el del mercado de procesadores para IA, que la empresa calcula que alcanzará los 400.000 millones de dólares (370.000 millones de euros) en 2027.

El próximo año los inversores juzgarán si Nvidia tiene todavía gasolina para seguir creciendo, y quién sabe, si para acercarse al puesto de empresa más valiosa del mundo, ya no tan lejano, o por el contrario las expectativas en torno a la IA fueron exageradas. No solo depende de Nvidia. También de lo que salga de los laboratorios de sus competidores.

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